30 de noviembre de 2008

Al final del tunel

Enterrada,
atada de imágenes y palabras,
ciega en vigilia perpetua,
muda que además de eso manca.

Enterrada,
pero bien sepultada,
hasta el fondo del sepulcro,
boca de lodo colmada;
vísceras de inquina emponzoñadas.

Enterrada,
hundida en lo más oscuro y sin nada,
llena de miedos
de preguntas serenas
de respuestas mudas
de soledad en fuga.

Enterrada,
las manos abiertas,
de vida derramándose,
de sueños vaciándose,
llenándose de lo que viene para después,
sabiendo,
que para después
nada,
que el después
es la pura nada.

Enterrada,
callada,
pensando,
planeando,
imaginando un tiempo soleado,
susurros y abrazos,
un beso
(el último que es olvido,
el primero que se extravió sin brújula y sin ganas).
Enterrada,
imaginando
para dejar de estar enterrada,
para sentir calor,
para sentir pasión,
para ignorar mentiras diáfanas
para ignorar el asesinato de palabras.

Enterrada,
devorada poco a poco por el olvido,
en el silencio,
en lo oscuro,
en la boca de alguien que negó su nombre
y se volvió abismo.

24 de noviembre de 2008

The Roooolaaas, The Rolaaaas

No, no, no, no estoy hablando del amable grupo de amables amigas que asistieron a la amable P9 (Romero, Ortega, Lizardi y Avendaño), me refiero a las canciones favoritas en el universo. Con las que me pongo a bailar, las que me prenden y las que me hacen chillaaaar.
(OoooOsh, a petición de isaac las pondré en lista)

Las canciones que me ponen feliiiiiiz
Mr. Brightside, The Killers (xq me recuerda a los One Night Standers)
El Aguijón de Vicentico (xq sí)
Song Bomb (xq está buenísima para hacer el ejercicio)
Don diablo de Miguel Bosé (no mames, no mames, me recuerda mi infancia y me hace sonreír siempre que la oigo)
Material Girl (xq a partir de ya soy una chica material)
It's raining men "aleluya" (xq nunca sobran)

Las que me ponen triste
Ojalá que te vaya bonito en la voz de Chabela Vargas
Aquí no hay novedá de Los Cadetes de Linares
Aunque no sea conmigo de Celso Piña

Las de ardilla
Pa' ti no estoy de Rosana
Crímenes perfectos de Andrés Calamaro
Como un fan de La casa azul
I will survive de Gloria Gaynor

La que me dedicaron una vez
Que porque dicen que tengo veneno de piel (uy, seguro sí)



























20 de noviembre de 2008

Las cosas que más me chocan

Hay muchas cosas que me hacen enojar, mucho, mucho, ahora por ejemplo me molesta el frío ya que no vengo lo suficientemente cubierta; sin embargo, eso lo puedo superar con un café o un cigarrito. Pero lo que voy a enumerar va contra mis fuerzas y mis posibilidades, hay cosas que se le salen a uno de las manos y aunque quisiera controlarlas !ouch! no puede.
Bastabasta de introducciones, hablaré pues de las cosas que más me chocan.
Número 1
Ahí va Sandrijuela -me gusta mucho el apodo acuñado por Maikinis- caminando con sus dos patitas muy abiertas al compás sobre la calle y de repente ve la avenida, ella está por pasar cuando de repente !un pinche automovilista naco se le cruza por el camino! pero no, no es culpa de ella, el muy ignorante olvidó prender sus direccionales y cómo iba Sandrijuela a saber que el tipo en lugar de seguirse derecho iba a dar vuelta a la izquierda.
Me chocan los automovilistas.
Número 2
Sandrijuela tiene hambre, toma su alimento y se dispone a subir al 6o piso a calentarlo -siiií hasta el 6o piso, porque no tengo tarjeta que me de acceso al 5o y luego pueda subir las escaleras y llegar al 6o.-. De repente le llega el asqueroso olor. Sí, lo sabe, lo conoce. Es el asqueroso olor del desodorante para baños. ¡Diuuuug! La desagradablelancia. Apenas llega a la puerta del baño de hombres y se siente vomitar. Las ganas de comer se van. La flojera de subir llega. ¡Puuf! Entonces llega el recuerdo de aquel viaje cuando sólo había boletos cerca del baño. 3 horas aguantándolo. ¡Noooo! Ese día prefiere no comer.
Número 3
El dolor de cadera no me deja dormir. Me acuesto sin almohada. No puedo dormir. Abro los ojos, me cobijo para no pasar fríos, me pongo la almohada. 5 minutos, 10 minutos, no puedo dormir. Me pongo la almohada bajo la cadera. No puedo dormir. Me masajeo con los nudillos de los dedos donde acaba la cintura y comienzan las nalgas para que baje el dolor. No se va. Finalmente puedo dormir. Amanezco triturada. Me duele el coxis. Tengo sueño. Y luego: 8 horas más sentada. Noche número 2: El dolor de cadera no me deja dormir.
Número 4
Cuatro años de ejercicio. Aerobics. Pilates. Jazz. Corredera. Bicicleta fija. Caminadera. Cuatro años de ejercicio y el mismo peso. Ni un gramo menos. Uy, hasta bulimia llegó. Luego, bulimia superada. De pronto, 25 primaveras, todo empezaba a ponerse en su lugar. Adiós grasa. Adiós cachetes. Adiós papada. La única que no se va es la cerveza -claro que nunca se irá-. La panza tampoco se irá. El problema es que llegan los 26. Después de los 26 todo se cae. T-O-D-O. Gracias a Dios que ahora tengo tiempo de hacer ejercicio.
Número 5
Bip, bip. Me asomo por encima de las vías y alcanzo a divisar el metro que se acerca a toda velocidad. Mejor mete la cabeza, pienso. Bajo la bolsa, comienzo a acomodarme para hacerme a un lado en caso de que la puerta quede frente a mi. Civilizada soy. La gente no. Todos se quedan frente a la puerta y los que quieren salir no pueden, grito, me sostengo fuerte de la puerta para que otros que se creen más listos que yo no me hagan a un lado. Malparidos. Logran salir y logro entrar. Otros tantos que no van a bajar ni en esta ni en la siguiente estación se quedan en la puerta. No saben hablar. Les molesta que uno les pregunte: "Disculpa, bajas en la siguiente estación". Antisociales. Huraños. Pa'qué se quedan en la puerta. Luego las viejas, ¡oooosh!. "Baja tu bolsa", les digo. Y a los hombres: "puedes bajar tu mochila". Incivilizados. ¡Tantos años de marqueses y no saben mover el abanico!

15 de noviembre de 2008

Vamos Rosarioooooo!!!













Cantaora, bailaora y encantaora...
Ella es Rosario Flores, actriz, cantante y modelo que ahora interpreta una de mis canciones favoritas: Algo contigo.


















Estuvimos en Puebla pa disfrutarla y mira que si la disfrutamos...



















Casi me hace chillar como cuando otra monita una Alejandra Robles cantó Adoro.



















En finsss...
A mi nomás se me olvidó preguntarle: Y cómo me la maravillaría yo, majaaaaa???



















Y ella contestarme: "Mira que yo daría lo que fuera, ay! a oscuritas, ay!, ay!, si pudiera, ya buscaría ese momento para decirte a la cara todo lo que yo siento".



5 de noviembre de 2008

Así es

No hubo palabras, sólo el susurro mental de un rezo tras otro. Nueve repeticiones de los cantos que te abrirían camino -así dicen que esto funciona-, nueve veces nueve voces que entonaban bien quedo y decían que te hablaban, con ellos yo también te llamaba.

Te dije con ojos brillantes que fueras corriendo hacia él, que no te detuvieras, que no voltearas porque podías caer. Y cerrar los ojos. Te dije que acá habías terminado, que no importaba tu cuerpo -calcinado, aterrado, triste-, que con tus ojos te bastaba para llegar, que tan sólo eran tus ojos, que con esos lo ibas a guiar.

Porque se lo dijiste -que no era un consuelo saber que te cuidaba, que te hacía falta aquí, en la Tierra, junto a ti- y lo lograste. Él te oyó: "sé que nos reencontraremos en un mar de cuerpos sin formas ni rostros, que nos descubriremos entre cientos de sombras y nos reconoceremos por el aliento de amor que dejaste sembrado en el alma". Él te oyó.

No me atreví a acercarme a la urna, no me atreví a pensarte dentro, no me atreví a imaginarte dentro. No me atreví a quitar la mirada del contorno, de los acabados bien pulidos y del dorado de los adornos. No me atreví a cuestionar tanta flor, tanta alharaca. No me atreví a hablarte de cerca. No me atreví.

Acá dejaste ojos rojos, sonrisas quedas, temblor en el cuerpo, piernas como harapo, manos frías, besos de regálame tu mejilla y una voz.

Dejaste la semilla, el siguiente paso, el eco de ustedes dos.

No hubo voces. Tocaste mi hombro. Sé que tocaste mi hombro. Supe que estarías bien. Creo que estás bien. Sabemos que así es.

En tu memoria, Normita












1 de noviembre de 2008

La Barbie que nunca fue

Él sufría por una patineta y yo por una Barbie de esas que tanto publicitan en la tele. Y es que nunca tuve una. Una de a de veras. De esas que tienen flexibilidad en las piernas y brazos y que cuando les quitas la cabeza ya no se las puedes volver a colocar. Mi infancia estuvo libre de Barbies originales. Es verdad, carecí de ese tan ansiado objeto por las niñas ñoñas y, en cambio, disfruté de grandes juegos con carritos y canicas que hacían las veces de familia (de las lomas) que sale de paseo por el bosque.

Recordé mi trauma infantil hace un par de meses, cuando conocí a uno de esos fotógrafos que siempre he admirado por la sencilla razón de que -desdelomásprofundodemicorazón- quiero ser como ellos; porque, bueno, las circunstancias me han mantenido a raya, supongo que para seguir idolatrándolos y darme cuenta de que la FOTOGRAFÍA no son "gorditas de la Villa" -como siempre dijo mi muy estimado profesor Andrés Garay-.

Total que lo conocí y me cayó muy bien, era bien simpático, un gran bebedor y le valía madre que su novia lo estuviera esperando en casa, muy modosa ella. De hecho recuerdo que el muchacho se emputó malpedo cuando ella le llamó para preguntarle dónde estaba. ¡Hombres! Como eso pasó al final de la velada ya ni le puse atención y me quedé con la charla que habíamos tenido.

Antes de cualquier cosa me habló de su proyecto: él fotografía inmigrantes sudamericanos que atravesan México vía el Ferrocarril de Tultitlán. Y obvio me invitó a ir. Y obvio yo le dije que no podía por la chamba. Y obvio volví a dejar pasar una buena oportunidad de crecimiento. Y obvio estoy muy triste y arrepentida.

Después de llenarme de envidia porque él hacía lo que yo siempre he deseado tanto -fotoperiodismo, BENDITO FOTOPERIODISMO que no das de comer-, le dije que "ya estuvo y vámonos porque estamos bien pinche lejos y tenemos que atravesar la ciudad en el Metrobús".

Ya bien montados en el dichoso transporte público que funciona las 24 horas me sentí adolescente, preparatoriana, para ser más específica. Y es que -de entrada- el muchacho me dijo que nos sentáramos hasta atrás, como hacíamos en la escuela cuando no teníamos intenciones de prestar atención, y ¡zas! que saca un cigarro y lo prende y empieza a fumar y yo toda espantada "no, apágalo, nos van a bajar" y él "nel" y yo: "bueno, dame". Y que empezamos a hablar.

El pobrehombre estaba traumado porque sus padres (losreyesmagos) le habían comprado una patineta de chiquito y el muy bruto se la prestó a un primo gandalla que jamás se la devolvió -o creo sí pero bien madreada así tipo: "ahí está tu bici, no mames, me caí, mano, perdón, espero que no te moleste. Ahí nos vemos"-.

Me reí mucho hasta que me tocó contar mi historia.

La triste historia de la Barbie que nunca fue...

Era yo una pequeñuela de 7 u 8 años, encantada con las Barbies de mis "amigas" de la primaria school. Todas sacaban que si la fashion, que si la zoo, que la doctora, la hawaiana, la actriz... Y yo no tenía una y -obvio- quería la mía. A la Rapunzel. Siempre quise a la Rapunzel. Por greñuda y nada más.

Nunca la tuve porque según mis padres dijeron "éramos muy pobres" y yo les creí aún cuando losreyesmagos le trajeron a mi hermana una Barbie (es que yo aún no sabía). La malparida sí la tuvo, una chafita, la más desconocida, pero la tuvo, lo que me valió muchas humillaciones. (jaja, ok, no es para tanto, pero sí se sentía ella hinchada de emoción y yo: basura).

¿Y qué tenía Sandrink? Tres muñecas Barbies "pirata". Ninguna de ellas tenía la cintura de Barbara, ni su sonrisa, mucho menos el azul de sus ojos, vaya, ni siquiera flexionaban las rodillas. Pero bueno, eran tres. O sea, eran amigas. Mi hermana sólo tenía una y como era original era bien mamona y mis monas no la querían, y viceversa. ¿Quién va a querer a una creída?

Terminé de contarle la historia de mis Barbies frustradas a mi amigo nuevo cuando tocaba el tiempo de dejarnos. Él no paraba de reír. Y yo... bueno, yo reflexioné un poco y me di cuenta de que al final fui totalmente afortunada. Mis muñecas no fueron nunca tan bellas como la de Mattel pero cuando menos andaban en grupito. Y sí, las discriminaban pero a ellas les valía porque estaban juntas. Eran amigas.

Debo confesar que a los 25 años logré tener una Barbie. Me la obsequió Mattel. No es la Rapunzel pero la tengo. Ni la pelo. Pero al menos la tengo. Y mi hermana ya no. Jua jua.