27 de septiembre de 2009

Por eso digo que prefiero volverme loca con tanta voz interna que quedarme como vegetal mudo e indulgente

Eran 30 personalidades.

30 diciéndome.

Tuve que cavilar un plan.

Un día darle gusto a una.

Otro día a la otra.

Así transcurrían 30 jornadas inenarrables.

Terminaba el mes y ansiaba volver a empezar.

Un día una personalidad se quedó en silencio. La pensé en huelga o muerta de asfixia. Era la suicida. No pude hacer nada entonces así que esperé.

Al día siguiente le pregunté a la personalidad correspondiente qué estaba pasando. No reparé en sus reclamos, válidos hasta el tuétano. Era su día.

Debí esperar -paciente- a que llegara el día 30. Y llegó. La personalidad volvió a no aparecer.

Intenté disfrutar las vacaciones. No pude. Me la pasé recordándola.

Hoy en día han transcurrido casi 30 jornadas interminables. Una a una mis personalidades han venido desvaneciéndose.

Sólo un vegetal podría tolerar esto.
Mi imaginación era el único lugar en donde mi sístole y tu diástole se tomaban de la mano y andaban a un sólo ritmo. Era sólo ahí donde yo me veía correr hacia tí, mirándote de frente. Y tú me esperabas, con los ojos abiertos y los brazos despiertos. Iluminado. Por mí, porque yo era tu luz. Y te iluminaba.

Fantaseaba. Era sólo ahí donde podía llegar contigo al final de cualquier inicio. Sólo ahí tenía la certeza de que éramos el capítulo interminable de un libro que alguien seguiría escribiendo sin pausa y sin cansancio. Sólo ahí podíamos cantar tomados de la mano, luchar cuerpo a cuerpo carcajeados, burlar pretensiones ajenas y contar en voz alta el número de segundos que el reloj a nuestro paso.

Acostados sobre una cama de sábanas blancas, contando. En un cuarto de paredes blancas, contando. Tic, uno. Tac, dos. Acostados en un cuarto decorado en tonos rojos, mirándonos. Acostados -en medio de la noche- en un cuarto decorado en tonos rojos, susurrándonos.

Paz.
Silencio.
Yo dentro de tí.
Tú, como siempre, rondándome.
Yo, fantaseando.

Esperanza mirándome desde la cerradura del baño. Llorando. Y Realidad mirándolo todo desde lo alto. Cagándose de risa.

15 de septiembre de 2009

No era fácil

No habría sabido qué decir y no lo hizo. Sólo observó. Escuchó. Intentó tocarlo.
No, no era sólo su mirada. No eran sus labios. No eran sus palabras.
¿Era escurridizo?
Indescifrable.
Efímero en toda la extensión de la palabra.
Intangible. Iba más allá de (ruido)... Un enigma... (silencio) Eso es. Volátil o vibrante. Volatil y vibrante, más bien.
(Un teléfono sonó y alguien se levantó de su asiento, un par de palabras y volvió)
Había algo intangible.
¿Podría decirse artificioso?
(Silencio, mirada perdida)
Había pasteles de chocolate, mordidas de lengua y de labios, llanto, moretones en el corazón.
(Dos minutos de música suave, parece que alguien había regrabado un tema romántico sobre la conversación: Tu amor me ha llevado más allá de mis fantasías, cantaba la voz delgada)
Alguien había dicho que esto era fácil pero no, no estaba siéndolo, tal vez por eso era tan maravilloso.
Pero no de ese tipo de maravilla o facilidad o felicidad. Era como penetrar de a poco. Volverse locos de a poco. Llorar juntos de a poco. Dar vueltas uno encima del otro como locos.
Girar.
Girar.
Girar.
(Lo nuestro no tendrá final, de nuevo la voz, luego guitarra y parece que final de la canción)
No era fácil.
Era llorar en hoteles de paso, amarse a cada rato, despegar los pies del suelo sólo un poco, confundir las lágrimas con lluvia (así de cursi la metáfora). Era una niña vestida de celeste mirándolo desde su soledad, escuchándolo y sintiéndolo, susurrándole al silencio las cursilerías que ya no se atrevía a decirle porque quién sabe, nadie sabía si la burbuja le hubiera permitido a las palabras infiltrarse si eran tan sólo visitantes inesperadas.
Y al final dio todas las vueltas que necesito, con toda la elocuencia escudriñable que pudo y lo dijo.
¿Supo al final sentir algo?
Sí supo, pero no aún era tiempo.

7 de septiembre de 2009

Vamos a discutir

I
Ella dijo que conocía esa sonrisa. No quiso explicarle qué significaba pero sabía que la conocía porque estaba archivada en su memoria, era su respuesta a sucesos ridículos e insólitos. Sí, ella se había convertido en ridícula e insólita.

IV
El principio de la ilusión es el que nos hace redimensionar las cosas. Es un discurso aburrido pero cierto. La fantasía jode. Un detallito electrocuta. Lo complejo de la búsqueda se redujo a egocentrismo: las frases más bonitas, las caricias más sinceras, dejarse pensar por alguien más.

IX
12:02 Siento que siendo La Musa cuando menos tuviste un poco de importancia
12:04 Un mucho, pero resulta un poco más pesada la duda de: "entonces ¿¿¿por qué no???". Igual estoy mal y sigo siendo medio mensa para eso, pero a mí me pegan más esas dudas.
12:06 Igual es porque yo ya me hice a la idea de que él no era lo que yo necesitaba o quería.
12:07 Eso se ha ido haciendo cierto...
12:07 Tal vez pronto descubra que este otro tampoco.
12:07 Bueno, eso ya lo sabias...

XII
Caricias en el cabello, besos en el abdomen, mordidas en el hombro derecho, mordidas en el hombro izquierdo. Necesitabas que te escucharan, necesitabas que te quisieran, necesitabas que te llenaran de palabras, necesitabas que te defendieran de la vida.
También necesitabas darle en la madre a alguien más débil que tú.


II
Hablemos, pues, de lo que es el amor.
¿Y por qué no dibujamos al amor?
No, mejor, hagamos el amor.
Deberíamos cantarle al amor.
Aunque también podríamos sólo y únicamente jugar al amor.


VI
Nunca ha sido difícil entregarlo; lo difícil es recuperarlo y volver a pensar: "Lo bueno de todo esto es que me puedo volver a enamorar!!! Claro, puede que me vuelvan a patear el trasero. Pero pueque no. Como pueque sí, como pueque no.


X

3 de septiembre de 2009

Acabo de recordarlo todo (a bonita hora)

Yo tenía una personalidad zorril.

Sí, recuerdo que todo comenzó cuando La Kirvy nos enseñó a conquistar hombres (cabe aclarar que La Kirvy no sabía nada de conquistar hombres). Ella, toda simpática, nos mostraba qué miraditas echar, qué tanto presumir "las bubbies", cómo comenzar el juego de la proxemia, cómo hablar, cómo humedecernos los labios y así, cosas divertidas que nos hacían reír y por las que surgió en el grupito de universitarias la palabra ZORRAS.

En ese entonces nos importaba un comino la misoginia que escondía esa palabra. Sabíamos que usarla era despectivo y que referirnos como tales no era lo más correcto. Pero, siendo como éramos, las más equis, las más irrelevantes, a las que les gustaba pasar desapercibidas, y que creían que pasaban, pues se nos hacía divertido.

Entonces, nuestra vida zorril, solteras como éramos, comenzó con unos besitos. Unos besitos cada ocho días. Sinceramente no recuerdo cada cuánto eran muchachos conocidos y cada cuánto muchachos desconocidos, pero lo cierto es que era divertido. Más aún cuando eran desconocidos.

Así comenzó la vida zorril. Y es que éramos muchachas promedio. Ni tan guapas, ni con tanta autoestima, ni con mil hombres tras ellas. Éramos comuncillas, corrientecillas. Éramos equis.
Obvio, sentir de repente que podíamos cambiar de macho cada ocho días nos elevó el ego, el autoestima y pues nos sentíamos reinas.

Ah, pero para ese entonces resulta que mi corazón estaba roto y, como buena muchacha despechada, mis actividades zorriles se multiplicaron al cubo y me dieron el título de Zorra Número 1.

Es que había tenido un novio al que le fui absolutamente fiel, a él fue al único novio que he tenido al que le he sido absolutamente fiel, y pues luego me enteré de que él no. Que tuvo muchas muchachas aparte de mi. Y que se besuquiiió con una dizque amiga (pienso que no he tenido mucha suerte con las dizque amigas) (menos con los hombres). Total que estaba yo DESPECHADA.

Yes.

Mi corazón me dolía y necesitaba algo que me hiciera sentir chingona. Así que me volví zorra. Y lo que inició en un me besaré con muchos se convirtió en un "A la chingada, pinches hombres son una chingadera. Nunca más tendré un novio, nomás engañan a una".

Y sí.

Nomás engañan a una. Y la hacen chillar. Y la hacen sentir mierdilla.

Tanto trabajo que le cuesta a una subir su pinche autoestima para que cualquier hijo de vecino llegue e "Íngasu" de repente ya valistesss madre...

Nowadays ya no me gusta hacerme llamar zorra. Lo de arrozito es de puritito cariño. Y lo de loquear creo que ya no va conmigo. Aunque quién sabe, una mujer despechada es imprevisible.

Y sí. Me han vuelto a romper el corazoncillo.

Y sí. Acabo de recordarlo todo.