29 de octubre de 2009

Blanca

Desde que su madre conoció a su padre y tuvo dos hijas con él, bueno tres, ella había estado muriéndose. Antes siquiera de oler la placenta o el sexo de su progenitora y luego el mundo, ella comenzaba a morirse. Bueno hubiera sido que alguien, en su corta infancia, hubiera alcanzado a distinguirlo, y la tomara de la mano, desviándola del camino. Pero ni siquiera ella había caído en la cuenta de que su vida era más una necesidad de muerte que otra cosa.

Su primer acercamiento con la blanca le llegó con olor a cuerpos deshechos, enterrados entre los escombros de Tlatelolco. Le llegó con gritos -¿la gente muerta puede gritar?, sí, se le mira el grito en los ojos y se le escucha en sueños-. Le llegó con la curiosidad morbosa de dos mujeres que, hasta entonces, contaban 20 años, sólo habían tenido de cerca la tragedia amorosa. El romanticismo vomitivo. Diag.

Ahí conoció a la muerte y la espantó. Pero también la sedujo. Le habló al oído y se lo dijo: que no llegaría muy lejos. Supo entonces que su vida sería todo menos larga.

Comenzó a vivir con vistas a lo corto de su porvenir. Y entonces se colocó en el puesto de salida, a esperar la señal. En sus marcas...

La conciencia de esto que cuento le llegó hasta bien entrados los 20. No es que recordara las palabras que le dijo la muerte, tampoco el castañeo de sus dientes ni el correterío de un cuerpo cascabelozo, no, nada de eso, fue tan sólo que alguien la tomó de la mano, ahora sí, y le fue diciendo cosas en secreto. Que hiciera. Que no hiciera.

Y entonces a actuar en consecuencia.

Su vida, como se lo advirtieron, fue cortita. Una egoísta, desgraciada, sombría y llorosa vida.

Creía que todo iba bien. Lo creía pues su vida sería corta, no larga. Así se lo habían dicho: "no llegarás muy lejos". Lo creyó hasta que se dio cuenta de que la habían burlado. Y, bruta, dentro de su caja de nogal, debió tomar el tejido y desenmarañarlo, tres puntadas después de llegar hasta el final.

26 de octubre de 2009

Un mes en unos cuantos renglones

Hace casi un mes que no publico nada en mi blog.
Maika ya me regañó.
Estoy un poco cansada de la tecnología.
De no hacer foto.
De no leer LOS LIBROS.
Este año no leí más de dos libros.
Joder.
Y perdí uno.
Regalé uno.
Quizá dos.
Estoy leyendo uno.
Tinísima de Poniatowska.
No por elena, sino por MODOTTI.
Soy su fans.
No sé por qué no he leído tanto como en años anteriores.
Quizá haya sido el amor.
Quizá porque leo mucho Quiéns.
Mucho tarea de francés.
Y como no leo, no puedo escribir.
Menos mal que no se me ha quitado el hambre.
Por el amor, qiero decir.
Mejor aún que no se me ocurrió suicidarme.
Ahora hace frío.
Parece que va a llover.
El cielo se está nublando.
Ya está nublado.
Me gusta el olor a lluvia.
A veces me pone a recordar a la que quiero recordar que era.
La semana pasada vi Coco Chanel.
No me gustó.
Creo buscaré una película en la red. Pa' entretenerme.
"Mi hombre", como mi hermana me sorprendió llamándolo ayer, y como me sorprendí a mí misma llamándolo, se acaba de conectar al msngr.
Yo no lo quería.
Pero ahora sí.
¿Cómo sabe una que está enamorada?
Ya pregunté y no me han dado toloache.
Ni creo que me hayan hecho brujería.
Sepa.
Pero me gusta.
Nada de mamadas de maripositas.
Es otra cosa.
Más profunda.
Chiaaaa.
Se acerca mi cumpleaños número 27.
Tengo que leer tipo 10 libros en un mes.
En sus marcas...
Listooos...