21 de diciembre de 2009

De la buena suerte

Aldebarán y yo nos encontramos un colibrí en los Viveros de Coyoacán. Ya somos papás. Jiji.

(ud disculpará el greñero).

(El colibrí estaba todo tullidito, el pobre, el frío no le permitía siquiera moverse).

(Nuestro pequeño se llama cacahuate)

(Ahora sólo esperamos que sobreviva al invierno infernal)

De príncipes azules

Tal vez soy la tipa más ridícula del mundo –o la más ingenua– pero en eso de la búsqueda del príncipe azul me considero fan.
Nada tiene que ver con córceles, títulos nobiliarios o con minucias consanguíneas –como se acostumbraba–, menos aún con autos último modelo, importantes cargos en importantes empresas o, en todo caso, apellidos de abolengo o que ameritan una mención en Quién's; más bien hablo de la media naranja, como cantó Fey, ese al que se le dice "eres mi otra mitad, oh, uho, uoh, oh, oh".
Y no es porque quiera encontrar a ese que sea como yo quiero sino a ese que, como el andrógino, perdí en algún momento de la creación y !oh, cosas griegas! el destino lo pondrá frente a mi. Ya lo dijo el oráculo.
A mis ya 27 añotes de vida, he tenido varios príncipes azules.
Uno era un rastudo, mugroso, pero tambien bien simpático y amoroso; tristemente me pasó lo que a la LeidiDí y fuimos más de dos en ese matrimonio... Joi Joi.
El otro era poeta –él me escribió el primer poema de amoooourrrr que me han escrito en la existencia–. Era él un muy buen administrador de su economía, todo tierno y leído y me consentía. Lamentablemente, nuestras necesidades fueron diferenciándose y todo se acabó.
Este de ahora es el rejego. Hay mucha ilusión en el corazón y harta de la fantasía, también hay un poco de romance y poesía, pero también muchísima de la pasión, (la pasión es una cosa bien importante, sobre todo para quien es considerada la reencarnación de Isabel, de Caballo Negro). Este muchacho llegó como todas queremos que lleguen: por búsqueda ejecutoria. Y así, a pesar de berrinches, quejas, subesybajas de emociones y etcétera ahí sigue.
Yo no sé si éste es el bueno o si habrá otros pero sí sé que ha estado cuando más lo he necesitado y eso es bien importante.
Mi definición de príncipe azul no les gustará. En eso soy una total anacrónica.

12 de diciembre de 2009

Tadán

"Qué raro que una mujer no pueda olerse como la huele un hombre"

Justo pensé que era la suerte la que lo había puesto a un ladito. Ni siquiera enfrente, ni encima o a la mitad sino rozando la piel del brazo y, ¡qué suerte!, oliendo su perfume que, finalmente, había confesado, era el olor suyo y la mitad, porque las hierbas que uno se unta y lo que come y bebe y siente.

Y pensé que había sido obra y espíritu de quienes lo toman todo con alma blanca y abren los brazos y reciben y sonríen porque no se puede creer que tanta alegría o gozo o esa cosa que te ilumina los ojos como si fueran faroles en un callejón oscuro.

Y también pensé que el destino y las puertas abiertas y los caminos. Sinuosos. De terracería. De carretera olvidada a la mitad de una autopista de cuota. De vereda desde la que, por lo alto, se alcanza a divisar una estrella fugaz y la magia y la mala suerte de haber olvidado pedir el deseo.

Y después de pensar y pensar y hablar y hablar y tocar y rozar y sortear las algabias y la diboli y los labios mojados y la certeza de que no hay otro sabor igual, de que no hay otra piel, otro sueño, otro tiempo, otra cosa que se viva igual a esta.

Y las lágrimas, porque su sabor salado y los suspiros entrecortados. Y el escándalo. Y el berrinche. Y el "ya no más" sabiendo que sí, que más. Que eso es lo que se quiere. Más y siempre.

Y pensar, obligada a pensar, porque no hay nada qué pensar. Porque es eso y ya.