25 de abril de 2010

Sinopsis indefensa

Te conocí una noche sin pensar que volvería a verte. En serio. Nunca pensé que vería tus ojos o que tocaría tu piel una o mil veces más. Incluso llegué a suponer que habíamos terminado entre sábanas porque el calor de la noche o el alcohol de las botellas. Luego pensé que era amor. Quién sabe.

Pero pasó. Nos encontramos, y agradecí al destino y maldije a todo aquel que quiso obstaculizarnos. Y te di todo. Te entregué mi corazón insomne, mi mente enloquecida, mi brazo roto, mi rostro deforme, mi estómago vuelto horno, mis cabellos de estropajo, mis ojos escamosos, mi desorden generalizado.

Todo fue tuyo.

Nada quisiste tomar.

Ahora lo recojo de nuevo.

Lo tomo entre mis brazos y lo guardo bajo llave. Puede que nunca vuelvas a tenerlo. Puede que jamás. Nunca es una palabra limitada. Jamás es casi eterna. Lo cierto es que aquí está todo: corazón, mente, brazo, rostro, estómago, cabellos, ojos, desorden. Es mío. Pudo pertenecerte. Pero quién sabe.

¿Que si te lo entregaré de nuevo...? No sé. Tal vez ya haya perdido la llave. Tal vez ya se lo haya entregado a alguien más.

Sin título

Hace tiempo que no pasa nada acá. Ni allá. Resulta incongruente ya que se supone que algo debería estar pasando. Siempre. Ya que las manecillas brincan pasito a pasito y no paran. Pero no, nada. Ni acá, ni allá.

Pareciera que todo en blanco. Que grandes manos pintaran las mentes con pinceles de maquillaje o con enormes brochas gordas. Porque las mentes son unas muy pequeñitas. Y otras muy grandes. Pero las hay aún enormes. Y esas quién sabe. Tal vez de tan grandes no las alcanzarían a blanquear.

Pareciera que ni los recuerdos ni las imaginaciones. Ni las voces ni los recados. Ni los corazones que a poco vuelven a palpitar. Pareciera que las letras llegaran sólo para rebotar. Pareciera que los sonidos tan sólo retumbaran y que la cajita se hubiera cerrado con un antiguo candado.

Pareciera que uno se hunde. Que el otro aprende a nadar. Pareciera que habría que aceitar el motor, encender las nubes, cantar en las calles y correr y correr y usar la voz, el grito, el brinco, los sueños y blah. Para que algo pasara acá y allá.

2 de abril de 2010

Adiós, tristeza

A un paso del vómito. Con la cabeza llena de imágenes, de creencias. Con el corazón atascado. Lastimado. Flagelado. Comparado. Con la cabeza llena de mierda. Hasta las orejas de estupideces sin sentido que al final llegan a tenerlo.

Sintiéndome igual que la bruta de la historia anterior.  Porque la historia anterior fue igual que historia, némesis y compañera. Porque así es.

Todo parece un juego. Números que no terminan. Numeración infinita de un ocho puesto de costado y para atrás. Como tomando el sol. Un 8, ahora dos... y así... sucesivamente..

Porque es más fácil ver amanecer y seguir vivo en medio de labios indefinidos y brazos indecisos y manos curiosas y cabezas en todos lados y ensueños y fantasías. Y yo misma siempre al frente. Mirando adelante. Navegando. Surcando. Flotando. Llegando al final. Al frente como antes.

Sin amores, sin dolores.

Ahogando las penas en alcohol. Porque eso se hace con las penas. Se les mata. Se les dice adiós.

Y aunque me hayan dicho que las apariencias y que jamás hablar. No sería yo. Porque lo mío es el desahogo. Porque adiós, tristeza. Hola, a lo que venga.

Porque yo. Y sólo YO.

1 de abril de 2010

Amores y (des)amores

Me confieso una incauta. Caí en la trampa de Disneyland y de las telenovelas Televisa y de los cuentos de hadas y de todos los poetas y de todos los escritores latinoamericanos que pintan al AMOR como el estado más elevado del ser humano, como el punto de encuentro de toda persona con la felicidad, como la más importante meta por alcanzar, como el cielo mismo con una luna llena y todas las estrellas y una que otra fugaz, como esa lámpara de inagotable aceite (perdón, Jaime) del siglo XIX que vivirá encendida hasta el XX y el XXI y así sucesivamente hasta el final de los días.

¿Debería ser menos bochornoso si digo que al menos sé que no soy la única? Es decir, las canciones pop y las películas y todo lo mencionado anteriormente no sólo tienen poder sobre mí. Hay más brutas –y brutos– como yo que se van con la finta. Hay más como yo que se quedan con esa idea taladreándoles la cabeza. Con todo lo molesto que es que un taladro te de en la cien, en la nuca, en la frente, en medio de los ojos, dentro de la nariz y dándote justo en la muela picada, etcétera.

Existe cierta persona que me ha pedido que omita su identidad en este blog. Casi lo he logrado. Cuando no, ha sido es porque me gana la emoción; sin embargo, casi siempre hablo superficialmente de él. Me he cuidado de no relatar nuestras cosas: aventuras hoteleras, paseos, violaciones a la ley, peleas, encuentros y desencuentros. Me he referido a él muy superficialmente, cuando quisiera gritarlo y presumirlo al mundo.

Tal vez se deba a que la experiencia nos ha mostrado lo importante que es guardar silencio sobre ciertas cosas (sobre todo cuando hay personas que te espían y usan la informacion malaondamente y te lastiman y te juzgan y te chingan).

Nunca había tenido una relación tan complicada como la de ahora –ni he tenido tantas, serias, lo que se dice serias nomás 3, contando ésta–. He de aceptar que cada que pasaba algo malo con el sujeto A pensaba seriamente en mandar todo lo construido a la chingada, dejarlo a él en paz y yo tener un poco de respiro y volverme a la soltería.

No lo he hecho porque hay algo emocional muy fuerte, algo que tiene que ver con amor, confianza, lealtades, sonrisas y cosas. No es fácil esto de emparejarse. Ahora sé que no es sólo alegrías y felicidades y risas y futuros hermosos, llenos de arcoiris y corazones flotando. Ojalá que sí. Ojalá que sólo fuera tomarse de la mano, besarse en un parque, correr bajo la lluvia, leerse poesía, hacer el amor mirándose a los ojos. Todas esas minucias que tan bien había yo aprendido a poetizar.

Pero no, no lo es.

Esto de los acuerdos que concluyan en una felicidad mutua está bien cabrón. No sólo son mis egoísmos o mis caprichos o mis necesidades o mis arrogancias o mis inseguridades o mis miedos o mis certezas o mis juicios o mis prejuicios o mis emociones o mis pretensiones o mi tiempo o mis fantasmas o mis cosas materiales o mis ideas o mis creencias. También son las del otro.

A veces pienso que es falta de experiencia. Hay muchachas que saben bien qué hacer con su pareja y cómo tratarlo. Yo soy más bien rebelde y gritona. Neurótica, dicen unos. Egoísta, dicen otros. Y es horribilísimo es que todas esas descargas de desacuerdos y malas vibras rondándonos y neurosis hacen que nuestras energías se desgasten.

¿Y entonces se tratará de encontrar a alguien con los mismos egoísmos, caprichos, necesidades, arrogancias, inseguridades, miedos, certezas, juicios, prejuicios, emociones, pretensiones, tiempo, fantasmas, cosas materiales, ideas y creencias?

Y aquí.