29 de marzo de 2011

The first time. And the last one.

Chale. Qué extraño. Lo que siento. Lo que no he escrito. Lo que necesito. Extraño. Escribir. Escribirte que necesito saber de ti. Desaparecido. Gritarte. A ti. Todo lo idiota que eres por no amarme como yo te amé. Como canta Saúl. Tú Saúl. A ti. Susurrarte. Acariciarte mientras te escribo en el cuerpo que te quiero ahora, como lo hice antes. Y como lo haré después. Enseñarte. A ti. Demostrarte que mi cuerpo. Mis palabras. Tu piel. Tu piel pintada. Sentirla. Besarla. Como una vez. Aquella vez.
Dejar de morir de sueño. Y de miedo.
Qué necesidad. Esa. Los abrazos. Qué urgencia. De cantar y gritar. Reír. Sonreír. Gritar. Otra vez. Gritar. Golpear las paredes. Sangrar. Chupar los nudillos. Sobar los nudillos. Dormir 24 horas. Llorar. La lengua. En el labio. Las lágrimas. La lengua. Una gotita que sabe a dulce y a sal.
Qué triste. Los extraños.
Chale con los nervios tensos. Y los huesos. Y la luz. La luz tensa. Los susurros. Y los besos en la espalda.

Cuando las sonrisas se vuelven difíciles

Uno nunca creería que podría dejar de sonreír. Yo nunca creí que llegaría un día en el que no entrara sonriendo a algún lado. En el que no fuera escandalosa. En el que empezara a poner peros a todo y dejara de decir: "Ni pedo". Pero el día llegó. Y lo hizo lleno de ojeras, lejos de imágenes fotográficas y colmado de cafeína, nicotina y alcohol.