Uno nunca creería que podría dejar de sonreír. Yo nunca creí que llegaría un día en el que no entrara sonriendo a algún lado. En el que no fuera escandalosa. En el que empezara a poner peros a todo y dejara de decir: "Ni pedo". Pero el día llegó. Y lo hizo lleno de ojeras, lejos de imágenes fotográficas y colmado de cafeína, nicotina y alcohol.
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