30 de enero de 2008

Y ganas de flotar

"Ser poeta no es una ambición mía. Es mi manera de estar solo".
Alberto Caeiro



Hay días en que la tristeza me desborda,
me salgo de control,
de mi centro de equilibrio,
de la tranquilidad que antes me llovía como flores en el cuerpo,
cuerpo recostado,
sonriente,
liviano.
¡Eso es!
Antes solía ser más liviano,
ahora la cabeza le pesa y los ojos se le secan
y los brazos se niegan a bailar acompasados como hacían antes,
como esa pintura de Matisse en que los protagonistas bailan sin angustia gravitacional.
Y sonríen.
Y dan la impresión de ser felices.
A veces yo también era feliz y bailaba
y me dejaba guiar por mános ágiles,
por cuerpos sensuales
por fantasías iluminadas de cera
y ya vendrá.
Yo antes también era feliz de a ratos.
Y aunque a veces la sonrisa fingida,
otras explotaba de dientes y labios,
y juegos amables,
y sueños posibles,
y caminar.
Hoy ya no hay voluptuosidad.
Ni extraños destinos clamantes de mi andar.
Hoy sólo enojo y confusión,
y el día siguiente,
y etiquetas,
y el ya llegará.
Hoy ya sólo clandestinidad
y desconocidos llenos de paz,
y envidia,
y venas vibrantes,
y temblar.
Hoy se me llena el espacio de temblar,
de cuerpo afiebrado,
frío,
de difícil pensar,
hoy las preguntas difíciles vuelven a llegar.
Y todo deja de tener respuestas,
y sólo ves un puente que se acerca,
y te dan ganas de flotar.

29 de enero de 2008

¿Quieres que te lea la suerte?

Jerónimo se dedicaba a dar vueltas por la plaza, rodeaba las jardineras opacas y alisaba aún más el ya desgastado suelo de mármol percudido. Mientras andaba, observaba a las personas que deambulaban bajo la luz de los más de 7 faroles que daban a la escena un ambiente melancólico y casi cinematográfico.

Jerónimo no dejaba escapar un movimiento, observaba la forma en que cada quien se quitaba el cabello de los ojos, la cantidad de venas que saltaban de las manos - confundidas- al momento de que el dueño se cubrá la cara con ellas, las lágrimas que se quedaban al filo de las pestañas bajas. Analizaba la mirada de cada tristeza y reconocía el color de cada aura: "ésta es verde y aquella violeta", pensaba mientras recorría el espectro de colores y recordaba los arcoíris que miraba en su infancia, en aquella época húmeda y fébril en que los niños de su edad le resultaban tan hipnotizantes, como péndulo que oscilaba frente a sus ojos.

En donde no podía errar era en la cercanía que había entre los interlocutores: ésta revelaba la importancia de la confidencia. Cuando veía a dos mirándose a los ojos y repartiendo displicencias era entonces que se acercaba. Esas auras necesitaban una guía y era él el mejor capacitado para hablarles de su destino cósmico y demás rabietas astrológicas que hacen las estrellas para que la gente no deje de mirarlas - tan vanidosas ellas -.

Una de cada 4 personas caía en su encantadora presentación: "Soy Jerónimo y soy gay. Amo el cigarro y a los hombres. En España no tendría que ser tan específico pues allá se les dice pitillos a los cigarros". Una risa y lograba su atención. Entonces levantaba su mano derecha a manera de juramento y le pedía al aura confusa que lo hiciera también -él era experto en leer auras y toda la que leía estaba un poco mugrienta y encaprichada-. Total que resumía: "tres hijos tendrás, puede que dos y hasta que tengas un aborto". ¡Válgame, que Jerónimo era todo un lector de frágiles destinos!

Y entonces empezaba el monólogo y las miradas y las sonrisas y los chistes. Y él se llenaba con los centelleos, los asentimientos y las risas suaves de sus auras a punto del renacimiento.

Cada tarde abordaba a más de veinte parejas, a la mayoría les decía lo mismo y ellas escuchaban y partían felices. Se concentraban en no olvidar ni una palabra dicha por Jerónimo, llegaban a su casa, las anotaban según las iban recordando y las pegaban en la puerta de su refrigerador. Al menos eso recomendaba él que hicieran. Y sí, la mayoría lo hacía.

A Jerónimo le gustaba sentir que hacía felices a quienes lo escuchaban. Era como sentirse Dios: "bueno - pensaba - sin llegar a tanto. No exageres, guapa. ¡Ash, de que se te sube la fama a la cabeza y empiezas de presuntuosa ni tú te aguantas!". Así era él, casi un camaleón.

Una tarde Jerónimo encontró un aura incolora, una piel insabora, un alma inholora. La miro de lejos y decidió acercarse. Le habló, ésta no volteó. Le ofreció un abrazo, ésta se levantó y comenzó a caminar. Entonces decidió gritárselo en voz alta.

Justo en este segundo y La cosa es que sí creo

Aaaah, recapitulé en textos pasados - como es costumbre - y reencontré algo que sí quiero hacer público, son un par de textos escritos para la misma persona en diferentes momentos. Extraño tanto escribir así...

Justo en este segundo

Es en el ahora en donde te quiero,
en este pedazo de luz,
en este espacio de carne,
en este laberinto de esencias en que tu piel deja de ser tuya
y te me vuelves capullo que guarece,
mar en calma,
sueño encaramado,
destino justificado.

Es en este momento de leches con choco-milk,
omelets,
muffins,
pollos crudos
y hot-cakes,
es entonces que quiero que te me quedes ausente:
sos el frío, el dulce, el sol y el tacto,
sos de lila y soledad,
sos de abrazos y ansiedad.

Es en el click de este momento,
en el día iluminado con flashes y con soles,
en la noche acurrucada,
en tu cuerpo de coco que arde a puro sol,
que se vuelve de colores y me pierdo,
en tu mirada olfativa en que me muero.

Es en el hoy en que me quedo,
en que acabo con mi paranoica obsesión,
en que mis llagas se vuelven nulas
e insisto en vaciar mi corazón.

Es justo en este segundo en que me quedo:
y todo sigue midiendo 6 megapixeles
y permanece sinrazón,
y se ahoga asímismo
y se deshace en letras e imágenes al sol
y huye aunque se quede
y se duerme
y se deja a la deriva...

11:12:04 p.m.

La cosa es que sí creo

Por más decesos,
por más cancelaciones,
por más números contados
y agujas por cortar.

Por más sueños degustados
- y quimeras por gustar -
por más letras pendientes,
vacías,
así, almacenadas como están.

Creo que sí existe,
que está donde llueven las palabras,
donde los bocados diarios no se hacen costumbre,
donde el tiempo se queda congelado
y los cambios climáticos valen un carajo.

Existe donde mi humor se evapora,
donde es la metamorfosis,
donde no existe la quietud,
donde un par de miradas se hacen el amor.

Existe, pues, ahí donde nadie deja de jugar,
donde manos y palabras son la única ansiedad,
donde solo caricias y deseos,
donde mi cuerpo deja de tener tiempo.

Creo, sí, sí creo.
Por más que se nieguen a creer,
por más que el pasado lo destruya
y el futuro lo sepulte antes de nacer,

Por más que las lágrimas, el llanto, la inconciencia, la infelicidad.

Por más que el cosmos.

Por más continuidad.

Por más abismos elegidos.

Así es que así se quedó:
con agujas cortadas,
imágenes desbaratadas,
risas en lapices colgando,
presente de paja agrisado.
Un tiempo sin luz en la cama delirando.

10:29:57 p.m. |

25 de enero de 2008

Elisewin y yo

Elisewin quiso tomarte entre sus manos,
aspirarte
y que en vapor de agua volaras,
tu pecho,
tus hombros,
tus piernas,
tu piel en canela embrujada.
Eliswwin quiso ver tus dientes tornar en sonrisa,
escucharte jadear,
quiso que su cabeza pegara menos contra la cama,
y que permanecieras más tiempo con los dientes apretados,
y su cuerpo apretado,
perforándole la piél
oprimiéndote dentro de ella,
en ella conteniéndote.
Elisewin apeló a todos los movimientos de su baraja,
al más bajo grito,
a sus mejores enunciados.
Elisewin terminó llorando
afectada y silenciosa,
como un vertedero al que atraparon en su propio reflejo
de usos concertados.
Elisewin cayó en la cuenta
y prefirió sacudirse los estorbos,
Elisewin acaba de dar vuelta en aquella esquina,
parece que volara, aunque se la ve poner sus pies en el suelo sin recato,
quiere volverse vapor de agua de fuertes pisadas
y volver a saber cuál es la siguiente carta.

21 de enero de 2008

Ejercicios de aliteración

Te tengo esta noche llena de lágrimas,
te tengo con llanto y balbuceo,
te tengo de frente sin entenderte,
te tengo vomitando maldiciones y patetismos.
Te tengo con todo el licor que has bebido por despecho,
y arrancándote los cabellos,
y culpándote con el cuchillo a punto del cuello.
Te tengo anhelando una noche entera,
un cuaro de paredes oscuras,
los ojos bien abiertos,
retándolo todo.
Te tengo atrapada en la nada
con la boca seca,
ceniza en los ojos,
las piernas dormidas,
te tengo inmóvil y con la mirada fija,
inútil,
retraída,
fantasmal.
Te tengo incrédula y desconfiada,
te tengo también mirando al atardecer,
calcinada y casi enceguecida,
te tengo de piernas cerradas,
de una vida de sátira,
de una gran sonrisa en rojo pintada,
te tengo inflexible,
inexorablemente perdida,
destruida,
cansada
en fuerte hedor transformada.
Te tengo suicidándote uno a otro segundo sin avisos,
sin dramatismos,
sin consciencia,
sonriendo sin reservsa,
haciendo un nudo con los ojos cerrados,
amarrándolo a la viga,
dormida,
atravesando la cabeza
dormida,
perdiendo la respiración
dormida,
oyendo las sirenas,
dormida
sonriendo,
siempre sonriendo.

4 de enero de 2008

Reglas básicas para quien emprende un viaje a Cuba



Viajar a la Habana, Cuba, es como entrar en las páginas de un libro, casi-casi como vivir un libro. Ver ondear la bandera de Cuba a toda asta es toda una experiencia, a mi se me enchinó la piel a la vez que recordaba mis clases preparatorianas de sociología, estaba allá arriba, combatiendo el azul infinito y bailando con la humedad del Caribe. La estrella impotente vestía las fachadas de las casas de mil colores pastel pintadas.
Pero verlo todo de lejos no es igual que verlo tirada al suelo con un rasguño en la rodilla y sin un huarache. De lejos los niños jugando el beisbol, la multitud de coches antiguos que antes sólo en fotografías, caminar entre mestizos, castizos, coyotes, negros y mulatos, sonreírles y ellos solo mirarte, advertir a los grupos de jóvenes calentar cerdos muy gordos al aire libre, entre paredes a punto de caer y un fuerte olor a orin, esos cerdos que verían el fin de su vida el último día de ese año que corría.
No hay nada como verlo de cerca: entrar a una vivienda cubana y estar frente a un altar dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre (Ochún), tener cerquita el caldero de un padrino, de los santeros que creen en la religión del Palo del Monte. Y que tal oirlos hablar o llamarte: "mexicana, mexicana". Tener en el lente de tu cámara el malecón, verlos en pleno desmadre tipo comparsa la madrugada del 1o. de enero, con tambores (djembe y bongos y baile) y voces elevándose en el año que iniciaba. Ser amiga de alguien a cambio de tres negrones (es una bebida, pues, tipo mojito pero con albahaca en lugar de yerbabuena).
Pero lo mejor de Cuba no son sus calles, ni su tabaco, ni sus habanos, ni la buena carne que camina por las calles, lo mejor de aquél país es su gente. Mayra, Francisco y Fran que nos abrieron la puerta de su casa y nos sirvieron grandes platazos de alimento que nos ayudaron a quitar el mal sabor de nuestro paladar que el alimento hotelero nos había dejado. Arroz, frijolitos (moros y cristianos), pescado asado, carne asada, ensalada de lechuga con jitomate, platanitos fritos (mariquitas, dicen que se llaman), ron (qué rico es el ron solito, soy fan) y una buena dosis de Bucaneros.
El calor de esa mujer, la hospitalidad de la familia y el sabor del pastel con coco son lo mejor que pude haber traído de aquél país.
Ahora las tarugatidas (reglas) que se me ocurrió que nadie debe olvidar.
Regla No. 1: Si te dedicas al periodismo, no se te vaya a ocurrir mencionarlo. Te detendrían en migración y te enviarían con un cubano que te cuestionaría, entonces recordarías la...
Regla No. 2: Saber que sonreír puede librarte de todo, hasta de un viaje ida y vuelta todo pagado el mismo día y en menos de 5 horas.
Regla No. 3: No importa que tanto te niegues, el flechazo es inevitable. Más con salsa y ron en la sangre.
Regla No. 4: Estar bien consciente de que un peso cubano es un peso cubano y nunca uno mexicano (de hecho son $13.6).
Regla No. 5: No soltar tu cámara por más que la jalen, te tiren al suelo, te arrastren un par de metros y te dejen tumbada con la Reina Margot un poco asustada pero feliz de permanecer en el pecho de su madre, osease yo.