25 de noviembre de 2013

Crimen

No se trata de falta de ganas, sino de desenterrar eso que te encajaron hasta el fondo. Porque para escribir, lo que se llama comunicarse vía letra escrita, se necesitan vísceras, esas que te taladraron (traca, traca, traca, traca). Vamos, hasta poesía escribías, te soltabas, fluías. Sin miedo a juicios, críticas ni burlas. Sí, todo en pasado, porque hace un lustro acabaste con esa independencia emocional y, pum, sequía. Y entre que te hundieron en la oscuridad, entre que te rompieron el corazón y te llevaron al extremo de la furia, las manos se te secaron, el cerebro se te secó y los ojos se te secaron, y te convertiste en una sombra enflaquecida.
Y, normalmente, cuando te rompen el corazón, vas y lo pegas con masking tape, no le entregas un bat a tu agresor para que termine de hacerlo añicos.
Seguro fue la soledad.
Al final resulta que necesitas una cirugía mayor, extraer para no lastimar lo que esté cerca, desinfectar, drenar, coser, unir las partes y vivir con la cicatriz, y verla cada tanto, acostumbrarte a ella.
No es falta de ganas. Se trata de cerrar la herida y aprender a verla sin dolor, con indiferencia.

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