7 de noviembre de 2007

Ya empecé con las historias de amor que no quería escribir...

Esta es la carta que nunca te daré y que nunca sabrás que escribí pensándola toda para ti. Y es que resulta que de un tiempo a la fecha todas las circunstancias me dirigen hacia ti. Nada hago y todas las palabras te encuentran. Se descubren por sí solas y se niegan a estar fuera de ti. Se ponen a derramar conflagraciones mentales. Y no se extinguen.
Resulta que en tus ojos he descubierto que no necesito decirte nada, porque nuestros ojos lo saben todo. El atento servicio, las sonrisas de todos los días, tus manos sobre mi espalda, mis ojos sobre tu espalda, el estremecimiento, la lejanía, cada segundo que aprovecho para sentir tu calor, cada alucinación de tu saliva, tu lengua, tus labios, mi anular.
Y aquello que fue real hoy es solo una alucinación.
Esta noche escucho y te pienso y me gusta. Y recuerdo siempre tu presencia y te miro en el reflejo y me divierto. Te siento y te extraño y tú haces como si no estuvieras enterado.


Aquí te va:


Te quiero las miradas perdidas.
Te quiero los pensamientos seducidos.
Te quiero los sueños de amaneceres sonrientes.
Te quiero los insomnios.
Te quiero en el fondo de mis pupilas, como siempre estás en mi cuando me miras.
Te quiero - maldita sea - en el segundo exacto en que me acaricias y te vas.
Te quiero de brillos, de respuestas sencillas.
Te quiero de cínicas verdades.
Te quiero las mañanas, la música a reventar, el cansancio.
Te quiero los silencios,
Te quiero las mañanas de tú y yo solos, diciéndonos todo sin una palabra.
Te quiero los celos suaves y sinceros.
Te quiero porque tu también nos sabes perfectos.
Te quiero porque te duelo.


Y le tienes tanto miedo a saberte a punto de estallar. Y te sabes herido cuando me tocas y también cuando no me diriges nada, cuando desde tu trinchera te defiendes sabiéndote perdido.
No te preocupes más, ambos estamos ya perdidos.

1 comentario:

Nancy Martínez García dijo...

La rutina de nuestros días se va en amores expuestos y cariños que se nos desvanecen. No diré el cliché de ya vendrán tiempos mejores ni él no sabe lo que tiene enfrente, porque tú lo sabes. Que no se te acabe la autenticidad, te adoro.