30 de noviembre de 2008

Al final del tunel

Enterrada,
atada de imágenes y palabras,
ciega en vigilia perpetua,
muda que además de eso manca.

Enterrada,
pero bien sepultada,
hasta el fondo del sepulcro,
boca de lodo colmada;
vísceras de inquina emponzoñadas.

Enterrada,
hundida en lo más oscuro y sin nada,
llena de miedos
de preguntas serenas
de respuestas mudas
de soledad en fuga.

Enterrada,
las manos abiertas,
de vida derramándose,
de sueños vaciándose,
llenándose de lo que viene para después,
sabiendo,
que para después
nada,
que el después
es la pura nada.

Enterrada,
callada,
pensando,
planeando,
imaginando un tiempo soleado,
susurros y abrazos,
un beso
(el último que es olvido,
el primero que se extravió sin brújula y sin ganas).
Enterrada,
imaginando
para dejar de estar enterrada,
para sentir calor,
para sentir pasión,
para ignorar mentiras diáfanas
para ignorar el asesinato de palabras.

Enterrada,
devorada poco a poco por el olvido,
en el silencio,
en lo oscuro,
en la boca de alguien que negó su nombre
y se volvió abismo.

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