24 de abril de 2008

Citalopram para combatir el estrés

Alejandra se quitó de encima todo. Tomó su cabello y de uno a uno se sacudió el polvo de encima. Tiró de a poco su ropa y sacudió su tristeza, su fragor. Cogió las tijeras y se arrancó mechas de cabello, sacudió parte de su tiempo. Se encajó las uñas en su carne, se encajó las uñas en su carne, se encajó las uñas en su carne. Y no sangró. Entonces pellizcó sus piernas, las golpeo, el puño cerrado, pa!, pa!, pa! Se derrumbó.
Alejandra, desnuda, sin cabello, de piel arañada, piernas moreteadas y lágrimas derramadas se acurrucó en el balcón. Estaba destruída. El cielo estaba gris y relampagueaba. Ella miraba la calle. La de enfrente. Vacía. Casa victoriana, ventanas grandes, blancas, maltratadas. Nadie caminaba. Ella estaba ahí sentada y nadie lo notaba.
Entonces se levantó, cerró la ventana, tomó su cabello, su ropa, cubrió su piel. Quemó su tiempo, el de atrás, el que la maltrataba y la hacía vomitar. Remendó su tristeza y sus alas, las que no usaba para volar.
Ahora todo lo mira desde el cielo. Su cabello es largo, anda desnuda y toma Citalopram para evitar el estrés.

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