5 de noviembre de 2008

Así es

No hubo palabras, sólo el susurro mental de un rezo tras otro. Nueve repeticiones de los cantos que te abrirían camino -así dicen que esto funciona-, nueve veces nueve voces que entonaban bien quedo y decían que te hablaban, con ellos yo también te llamaba.

Te dije con ojos brillantes que fueras corriendo hacia él, que no te detuvieras, que no voltearas porque podías caer. Y cerrar los ojos. Te dije que acá habías terminado, que no importaba tu cuerpo -calcinado, aterrado, triste-, que con tus ojos te bastaba para llegar, que tan sólo eran tus ojos, que con esos lo ibas a guiar.

Porque se lo dijiste -que no era un consuelo saber que te cuidaba, que te hacía falta aquí, en la Tierra, junto a ti- y lo lograste. Él te oyó: "sé que nos reencontraremos en un mar de cuerpos sin formas ni rostros, que nos descubriremos entre cientos de sombras y nos reconoceremos por el aliento de amor que dejaste sembrado en el alma". Él te oyó.

No me atreví a acercarme a la urna, no me atreví a pensarte dentro, no me atreví a imaginarte dentro. No me atreví a quitar la mirada del contorno, de los acabados bien pulidos y del dorado de los adornos. No me atreví a cuestionar tanta flor, tanta alharaca. No me atreví a hablarte de cerca. No me atreví.

Acá dejaste ojos rojos, sonrisas quedas, temblor en el cuerpo, piernas como harapo, manos frías, besos de regálame tu mejilla y una voz.

Dejaste la semilla, el siguiente paso, el eco de ustedes dos.

No hubo voces. Tocaste mi hombro. Sé que tocaste mi hombro. Supe que estarías bien. Creo que estás bien. Sabemos que así es.

En tu memoria, Normita












1 comentario:

Anónimo dijo...

no puedo no decir nada...