20 de diciembre de 2008

Sin título

Dices que su lengua miente,
que del egoísmo el exceso,
que ella pura carne lasciva,
impúdica,
muda,
vulgar.
(Dices que se desnuda, se ofrece, se viste y se va.
Una puta que te mira, hace su trabajo y se va).

Dices que dejó de ser fortuna,
que dejó de ser hogar,
que dejó frases a medias,
alas rotas,
gritos caducos,
llantos inútiles y
UNA MUERTE
MATUTINA
sonriente,
de brazos abiertos
y cruel imaginar.

Dices que ella sólo colores de moda,
sueños huecos,
voz insustancial.
Dices que la palabra
le quedaba grande
que sobraba ella en cualquier lugar.

Dijiste que no habría jueces y sin embargo sentenciaste,
la sentenciaste:
la convertiste en sombra,
en artículo desechable,
en meta a la que sólo muerto dices querer llegar,
así tan puta y simple y dices querer llegar.

Dijiste
sin pensar que ella te escuchó.

Ahora te conformas con la justicia, la tristeza, la desgracia, la muerte, el corazón.
Una gran víctima que habla del corazón.

No queda más que el fallo último:
tus sentencias escritas en su memoria,
su luto infinito de sorpresa, duda, silencio, perdón.


El único perdón que algún día entre ambos se escuchó.

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