5 de mayo de 2009

Nada es como debiera

La idea central era más bien simple. Amar. Sí, sí, darlo todo. Pero darlo bien. Estar o no. Abrazar o no. Besar o no. Confiar o no. Amarse o no. Todo o nada. Sin medias tintas. Sin intentos. Sin esperas. Sin indecisiones.

Pero las ideas simples no siempre son las más sencillas. Es del conocimiento general que éstas no ganan adeptos; son más bien desechadas por bobas e insustanciales.

La idea central fue entonces vilipendiada. Sí, sí, menospreciada, mancillada, despreciada, etcétera.

Entonces los creadores de la magnífica idea la tomaron y huyeron con ella escondida bajo un saco gris desteñido. Confiaban en que en algún lugar ésta (la idea central) fuera simple, respetada, apreciada, honrada, etcétera.

Como es natural, nadie se dio cuenta de que la idea había desaparecido. Y nadie le deseó suerte en su nuevo destino. De cualquier forma, no la tendría.

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