27 de septiembre de 2009

Mi imaginación era el único lugar en donde mi sístole y tu diástole se tomaban de la mano y andaban a un sólo ritmo. Era sólo ahí donde yo me veía correr hacia tí, mirándote de frente. Y tú me esperabas, con los ojos abiertos y los brazos despiertos. Iluminado. Por mí, porque yo era tu luz. Y te iluminaba.

Fantaseaba. Era sólo ahí donde podía llegar contigo al final de cualquier inicio. Sólo ahí tenía la certeza de que éramos el capítulo interminable de un libro que alguien seguiría escribiendo sin pausa y sin cansancio. Sólo ahí podíamos cantar tomados de la mano, luchar cuerpo a cuerpo carcajeados, burlar pretensiones ajenas y contar en voz alta el número de segundos que el reloj a nuestro paso.

Acostados sobre una cama de sábanas blancas, contando. En un cuarto de paredes blancas, contando. Tic, uno. Tac, dos. Acostados en un cuarto decorado en tonos rojos, mirándonos. Acostados -en medio de la noche- en un cuarto decorado en tonos rojos, susurrándonos.

Paz.
Silencio.
Yo dentro de tí.
Tú, como siempre, rondándome.
Yo, fantaseando.

Esperanza mirándome desde la cerradura del baño. Llorando. Y Realidad mirándolo todo desde lo alto. Cagándose de risa.

No hay comentarios.: