4 de enero de 2008

Reglas básicas para quien emprende un viaje a Cuba



Viajar a la Habana, Cuba, es como entrar en las páginas de un libro, casi-casi como vivir un libro. Ver ondear la bandera de Cuba a toda asta es toda una experiencia, a mi se me enchinó la piel a la vez que recordaba mis clases preparatorianas de sociología, estaba allá arriba, combatiendo el azul infinito y bailando con la humedad del Caribe. La estrella impotente vestía las fachadas de las casas de mil colores pastel pintadas.
Pero verlo todo de lejos no es igual que verlo tirada al suelo con un rasguño en la rodilla y sin un huarache. De lejos los niños jugando el beisbol, la multitud de coches antiguos que antes sólo en fotografías, caminar entre mestizos, castizos, coyotes, negros y mulatos, sonreírles y ellos solo mirarte, advertir a los grupos de jóvenes calentar cerdos muy gordos al aire libre, entre paredes a punto de caer y un fuerte olor a orin, esos cerdos que verían el fin de su vida el último día de ese año que corría.
No hay nada como verlo de cerca: entrar a una vivienda cubana y estar frente a un altar dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre (Ochún), tener cerquita el caldero de un padrino, de los santeros que creen en la religión del Palo del Monte. Y que tal oirlos hablar o llamarte: "mexicana, mexicana". Tener en el lente de tu cámara el malecón, verlos en pleno desmadre tipo comparsa la madrugada del 1o. de enero, con tambores (djembe y bongos y baile) y voces elevándose en el año que iniciaba. Ser amiga de alguien a cambio de tres negrones (es una bebida, pues, tipo mojito pero con albahaca en lugar de yerbabuena).
Pero lo mejor de Cuba no son sus calles, ni su tabaco, ni sus habanos, ni la buena carne que camina por las calles, lo mejor de aquél país es su gente. Mayra, Francisco y Fran que nos abrieron la puerta de su casa y nos sirvieron grandes platazos de alimento que nos ayudaron a quitar el mal sabor de nuestro paladar que el alimento hotelero nos había dejado. Arroz, frijolitos (moros y cristianos), pescado asado, carne asada, ensalada de lechuga con jitomate, platanitos fritos (mariquitas, dicen que se llaman), ron (qué rico es el ron solito, soy fan) y una buena dosis de Bucaneros.
El calor de esa mujer, la hospitalidad de la familia y el sabor del pastel con coco son lo mejor que pude haber traído de aquél país.
Ahora las tarugatidas (reglas) que se me ocurrió que nadie debe olvidar.
Regla No. 1: Si te dedicas al periodismo, no se te vaya a ocurrir mencionarlo. Te detendrían en migración y te enviarían con un cubano que te cuestionaría, entonces recordarías la...
Regla No. 2: Saber que sonreír puede librarte de todo, hasta de un viaje ida y vuelta todo pagado el mismo día y en menos de 5 horas.
Regla No. 3: No importa que tanto te niegues, el flechazo es inevitable. Más con salsa y ron en la sangre.
Regla No. 4: Estar bien consciente de que un peso cubano es un peso cubano y nunca uno mexicano (de hecho son $13.6).
Regla No. 5: No soltar tu cámara por más que la jalen, te tiren al suelo, te arrastren un par de metros y te dejen tumbada con la Reina Margot un poco asustada pero feliz de permanecer en el pecho de su madre, osease yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

oraaa...cuba
que bonito es....


que pedo... pense que era
la unica sandrink de la
internet
:(


ke andes re bien



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