1 de noviembre de 2008

La Barbie que nunca fue

Él sufría por una patineta y yo por una Barbie de esas que tanto publicitan en la tele. Y es que nunca tuve una. Una de a de veras. De esas que tienen flexibilidad en las piernas y brazos y que cuando les quitas la cabeza ya no se las puedes volver a colocar. Mi infancia estuvo libre de Barbies originales. Es verdad, carecí de ese tan ansiado objeto por las niñas ñoñas y, en cambio, disfruté de grandes juegos con carritos y canicas que hacían las veces de familia (de las lomas) que sale de paseo por el bosque.

Recordé mi trauma infantil hace un par de meses, cuando conocí a uno de esos fotógrafos que siempre he admirado por la sencilla razón de que -desdelomásprofundodemicorazón- quiero ser como ellos; porque, bueno, las circunstancias me han mantenido a raya, supongo que para seguir idolatrándolos y darme cuenta de que la FOTOGRAFÍA no son "gorditas de la Villa" -como siempre dijo mi muy estimado profesor Andrés Garay-.

Total que lo conocí y me cayó muy bien, era bien simpático, un gran bebedor y le valía madre que su novia lo estuviera esperando en casa, muy modosa ella. De hecho recuerdo que el muchacho se emputó malpedo cuando ella le llamó para preguntarle dónde estaba. ¡Hombres! Como eso pasó al final de la velada ya ni le puse atención y me quedé con la charla que habíamos tenido.

Antes de cualquier cosa me habló de su proyecto: él fotografía inmigrantes sudamericanos que atravesan México vía el Ferrocarril de Tultitlán. Y obvio me invitó a ir. Y obvio yo le dije que no podía por la chamba. Y obvio volví a dejar pasar una buena oportunidad de crecimiento. Y obvio estoy muy triste y arrepentida.

Después de llenarme de envidia porque él hacía lo que yo siempre he deseado tanto -fotoperiodismo, BENDITO FOTOPERIODISMO que no das de comer-, le dije que "ya estuvo y vámonos porque estamos bien pinche lejos y tenemos que atravesar la ciudad en el Metrobús".

Ya bien montados en el dichoso transporte público que funciona las 24 horas me sentí adolescente, preparatoriana, para ser más específica. Y es que -de entrada- el muchacho me dijo que nos sentáramos hasta atrás, como hacíamos en la escuela cuando no teníamos intenciones de prestar atención, y ¡zas! que saca un cigarro y lo prende y empieza a fumar y yo toda espantada "no, apágalo, nos van a bajar" y él "nel" y yo: "bueno, dame". Y que empezamos a hablar.

El pobrehombre estaba traumado porque sus padres (losreyesmagos) le habían comprado una patineta de chiquito y el muy bruto se la prestó a un primo gandalla que jamás se la devolvió -o creo sí pero bien madreada así tipo: "ahí está tu bici, no mames, me caí, mano, perdón, espero que no te moleste. Ahí nos vemos"-.

Me reí mucho hasta que me tocó contar mi historia.

La triste historia de la Barbie que nunca fue...

Era yo una pequeñuela de 7 u 8 años, encantada con las Barbies de mis "amigas" de la primaria school. Todas sacaban que si la fashion, que si la zoo, que la doctora, la hawaiana, la actriz... Y yo no tenía una y -obvio- quería la mía. A la Rapunzel. Siempre quise a la Rapunzel. Por greñuda y nada más.

Nunca la tuve porque según mis padres dijeron "éramos muy pobres" y yo les creí aún cuando losreyesmagos le trajeron a mi hermana una Barbie (es que yo aún no sabía). La malparida sí la tuvo, una chafita, la más desconocida, pero la tuvo, lo que me valió muchas humillaciones. (jaja, ok, no es para tanto, pero sí se sentía ella hinchada de emoción y yo: basura).

¿Y qué tenía Sandrink? Tres muñecas Barbies "pirata". Ninguna de ellas tenía la cintura de Barbara, ni su sonrisa, mucho menos el azul de sus ojos, vaya, ni siquiera flexionaban las rodillas. Pero bueno, eran tres. O sea, eran amigas. Mi hermana sólo tenía una y como era original era bien mamona y mis monas no la querían, y viceversa. ¿Quién va a querer a una creída?

Terminé de contarle la historia de mis Barbies frustradas a mi amigo nuevo cuando tocaba el tiempo de dejarnos. Él no paraba de reír. Y yo... bueno, yo reflexioné un poco y me di cuenta de que al final fui totalmente afortunada. Mis muñecas no fueron nunca tan bellas como la de Mattel pero cuando menos andaban en grupito. Y sí, las discriminaban pero a ellas les valía porque estaban juntas. Eran amigas.

Debo confesar que a los 25 años logré tener una Barbie. Me la obsequió Mattel. No es la Rapunzel pero la tengo. Ni la pelo. Pero al menos la tengo. Y mi hermana ya no. Jua jua.

2 comentarios:

maika dijo...

Tu Barbie sería la Barbie Warrior... aquella dónde su lugar de origen se localiza cerca del metro guerrero,.. y tendría como kit una botella de tequila y una camarafotográfica... yo la kiero!!! xq mis barbies fresas también me caían gordas.

Anónimo dijo...

a huevo!!! che barbie Warrior, pero debería tener su tarjeta de metrobus y mandar a chiflar a la loma a cualquiwer wey que se la torteara en el metrobus ahora 'doblemente' articulado.

yo era bien fan del playmobil e hice que mis jefes se sacaran el pan de la boca para comprarmelos una y otra vez. y como eran chaparros, les veían los calzones a las barbis de mis primar. jejeje

saluditos burbujita.