4 de enero de 2010

Durante mucho tiempo soñé con conocerte

Ok, este post data del 18 de diciembre del 2009, peeeeerooooo, dadas las circunstancias del fin de año y la poca recepción que mi cerebro tuvo durante ese mes, me vi obligada a guardarlo durante más de 20 días hasta ahora que lo publicaré.
Sí, durante mucho tiempo fantasié con conocer el bosque surrealista ubicado en Xilitla. Nunca imaginé lograrlo tan prontamente pero lo logré. Acá va la historia.
Los viajes largos es mejor hacerlos de noche, la oscuridad obliga al sueño y a perderse en un lugar fuera de autopistas, carreteras, curvas y asientos incómodos. Así comenzó el viaje de mis sueños. No, en realidad empezó algunos años antes, cuando recorría el MAM del DeFe con mi amiga Dulce (cómo te extraño, dulcesito) y encontré el libro que me ofrecía a Xilitla en todo su esplendor. Yo andaba ansiosa en ese momento con la cosa del surrealismo, que si éste pintor, que si éste fotógrafo, que si éste escritor, que si ésta película; total que cuando ví el bosque verde verde con construcciones rarísimas pensé: "tengo que ir".
Durante los primeros meses el año quise planear el recorrido pero nomás no se armaba, le dije a Vanessa, le dije a Aldebarán y finalmente le dije a Montse. Fue ella quien dijo: "yes"; en realidad no dijo eso, en todo caso hubiera dicho "Ja", o sease, alemán.
Pero aquello no se detenía ahí –en el bosque surrealista–, la cosa era aprovechar las horas de traslado y conocer más lugares en San Luis Potosí... Real de Catorce, pensé. ¿Por qué no?
Luego de charlar ambas dos, de desayunar jotqueics en su casa, visitar varias páginas de internet, seguir indicaciones, ir a la central a buscar un boleto que nos llevaría a nuestro destino final y brincar de felicidad cuando nos dijeron que alcanzábamos descuento de estudiante y maestra, compramos boletos de aquí a Matehuala. Y de ahí a Real.
Salimos de acá entrada la noche, dormimos 7 largas horas que se nos fueron como agua y llegamos a Matehuala cuando clareaba. Desayunamos un café y tomamos otro camión a Real. Llegandito allá nos encontramos una alfombra de nubes, ¡pots! ¿Pues a qué altura estábamos que veíamos las nubes pa'bajo? Luego el tunel de 2km del que todos hablan y que separa el pueblo de aquella visión esponjosita y blanca.
Una vez que estuvimos del otro lado del cerro fuimos a buscar hotel; en el camino, un señorcito nos halló y nos ofreció conocer el pueblo fantasma a caballo. Le pedimos tiempo para comer, luego lo buscaríamos. No bien habíamos pasado 2 horas de estancia en el pueblo cuando ya estábamos encima de nuestro respectivo caballo. No pude no temerle al mío, qué tal si corría desbocado?, qué tal si gustaba de aventarse a la nada?, qué tal si me tiraba en un ataque de locura y relinchidos?, qué tal si era un rebelde que hacía caso omiso de cualquier tipo de orden?
Pensaba todo eso cuando empezamos a subir por la pendiente del cerro que nos llevaría a las ruinas.Y, entonces, el caballo pedorro. Sí "El Mariachi", el que le había tocado a Montse, era el líder pedorro que no admitía que nadie le ganara el paso, el cuadrúpedo no soportaba las subidas porque su estómago comenzaba la revolución y ¡zas! pedos. Total que mi caballito –bien portado y con muy buena educación, sin pedos– siempre tuvo que mantenerse atrás, oyendo los pedos, que no oliendo, gracias al cielo todo fue inodoro, incoloro e insaboro.
En las ruinas todo fue historia. Y fotos que están en el Facebook.
Con esta subida a caballo amé mi regreso a la montura, hacía años que no me subía en uno de estos machos. Fue maravilloso volver a hacerlo. Ese día, el primero de nuestro viaje, lo terminamos recorriendo el pueblo, iglesias, cementerios e incluso caminando por veredas no turísticas y subiéndonos un columpio lo suficientemente oxidado como para tirar a alguna de las dos a la tierra.
Ah, también cenamos algo, tomamos café, un par de chelas, compramos aguamiel, jugamos futbolito y como no había mucho que hacer en la noche regresamos a nuestro cuarto a tirar cartas.
Al día siguiente volvimos al caballo, esta vez fuimos a un santuario huichol. Wow, la cosa espiritual fue tan impresionante que Montse se sintió rara. Yo sólo quería probar peyote, pero no hubo oportunidad. Luego de nuestra andanza muy arriba de un cerro, partimos rumbo a Matehuala, luego SLP y finalmente Xilitla.
Esa noche la pasamos en San Luis. Por la mañana conocimos unas iglesias barrocas hermosas y fuimos testigos del funeral de un sacerdote, también sufrimos porque no pudimos tomarle fotos a la estación de tren y porque no pude conectarme al chafa WiFi del hotel.
Una vez que agarramos camino a la sierra, eran cerca de 5 horas, el sufrimiento y los ascos atacaron a Montse. Las curvas estaban increíbles pero yo estaba tan concentrada mirando una película con Antonio Banderas –y analizando la buena pareja que hace con la Melanie -zorra- Griffith–, no las sentí. No así de regreso. Se me subió el color, pero ya llegaré a esa parte.
Llegamos al pueblito a eso de las 8pm. A 10 minutos de arrivar, el chofer nos invitó a comprar unos panes rellenos de queso, así que yo andaba feliz con mi bolsita de papel de estrasa y ansiosa de comerme mi pan con un rico café de olla.
Pero primero teníamos que encontrar el hotel.
No tuvimos mayor problema. Lo encontramos y nos instalamos. Luego buscamos algo para cenar. Chelas y café incluido. Recorrimos rápidamente el pueblo, vimos la iglesia, súper antigua y finalmente volvimos al cuarto a jugar cartas y beber cervezas. ¡Estábamos cansadísimas! Pero no lo suficiente, un señor nos fue a callar al cuarto por escandalosas. Ja.
Al día siguiente salimos a desayunar, yo me chingué unas enchiladas potosinas y Montse un tamal (Aldebarán perdió los suyos). Terminamos y comenzamos a caminar. Luego de un recorrido que incluyó granos de café, pieles de víbora, charcos enlodados, ruiditos de un río, saludos de los lugareños y harta de la ilusión, por fin llegamos.
La visita fue estupenda. Montserrat es una excelente compañera de viaje y más aún de aventuras. Subimos, bajamos, caímos, creímos que caímos, anduvimos, nos perdimos, nos encontramos, temimos, ella tuvo un conflicto con el lente de su cámara y yo con mi capacidad de orientación, pero finalmente estuvimos encantadas. Luego de llegar a las cascadas y de terminar empapadas comimos en el restaurante y bebimos vinito. Después volvimos al pueblito.
El viaje tenía que terminar. Fuimos a comprar los boletos y a cenar en un lugar pedorro y horrible, carísimo y con un servicio pésimo. La cena estuvo rica pero no la bienvenida, ni modo.
Fuera de las largas horas del viaje y de las curvas de la Sierra lo demás estuvo excelente.
Pronto volveré, Xilitla.

2 comentarios:

kovl dijo...

para la proxima que vayas quédate en el hotel que está en Xilitla, al lado del museo. está muy chido y vale la pena. si te interesa te mando fotos.

saludos.

Sandrink dijo...

Hola, Kovi. Sí, lo vimos, desayunamos en un comedor comunal que estaba frente al hotel del Sir Edward James.
Fue justo en el restaurante de ahí donde no nos trataron muy bien. (Además había unos gringos escandalosos, y no es que yo sea xenofóbica pero es que eran muy escandalosos).
A poco no te dieron ganas de nunca salir de ese pueblito?