Hace tiempo que no pasa nada acá. Ni allá. Resulta incongruente ya que se supone que algo debería estar pasando. Siempre. Ya que las manecillas brincan pasito a pasito y no paran. Pero no, nada. Ni acá, ni allá.
Pareciera que todo en blanco. Que grandes manos pintaran las mentes con pinceles de maquillaje o con enormes brochas gordas. Porque las mentes son unas muy pequeñitas. Y otras muy grandes. Pero las hay aún enormes. Y esas quién sabe. Tal vez de tan grandes no las alcanzarían a blanquear.
Pareciera que ni los recuerdos ni las imaginaciones. Ni las voces ni los recados. Ni los corazones que a poco vuelven a palpitar. Pareciera que las letras llegaran sólo para rebotar. Pareciera que los sonidos tan sólo retumbaran y que la cajita se hubiera cerrado con un antiguo candado.
Pareciera que uno se hunde. Que el otro aprende a nadar. Pareciera que habría que aceitar el motor, encender las nubes, cantar en las calles y correr y correr y usar la voz, el grito, el brinco, los sueños y blah. Para que algo pasara acá y allá.
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