29 de agosto de 2007

Una noche en el circo


Hace casi una semana tuve chance de ir a la carpa Astros a disfrutar una buena velada nocturna. Iba a estar yo rodeada de payasos, tigres, malabaristas y un chorro de chamacos. Pero lo más importante no era eso. Lo trascendente de ese día era que -después de muchas semanas- por fin volvería a tener un encuentro con el lindo chico de ensueño y rizos oscuros.
Pos total que ese día me arreglé toda cuqui, (mi princesa me enseñó que no es bueno ir todos los días guapa a la oficina: "si no ¿cómo y cuándo los vas a sorprender?", dijo ella, con la boca atascada de razón).
Total que la ocasión ameritaba un coqueto delineo de pestañitas (ni tan chiquititas, de hecho bastante larguitas), una linda faldita, una sexy blusa y un delicioso olor nacido en el laboratorio perfumerístico de la Britney.
Allá iba yo, encaminada en el metro, bastante nerviosa, para encontrarme con el hombre que me ha hecho dejar la promiscuidad y unirme a las filas del celibato -sé que no es bueno, empiezo a resentirlo... y mucho-.
Pus que llego. Lo primero que hice al reconocerlo fue correr a darle un abrazo (¡coño que ni lo pensé, de repente estaba yo ahí, encima de él y el pobre así de "¿qué pedo con esta freak?, o sea no somos tan cuates"...!) Quienes me conocen saben que soy bastante efusiva, impulsiva y cariñosa. Así que no les extrañará esto.
Total que me encontré con que el muchacho había decidido cortar su cabello. Así, de huevos después de muchos años (no recuerdo cuántos me dijo, soy muy mala para los números) y encima sin cuestionarme ni nada (obvio que no me preguntaría, sólo bromeo) (Con lo que me gustan los greñudos, ¡coño!). Y bueno, la conversación inicial se enfocó en eso, ¿superficialidad a la máxima potencia u observación común ante el nulo miedo al cambio? Sepa. Hablemos del circo.
¡Puta! Desde que fui a uno de tantos de esos que se ponen en la carpa que está por ¡Buenavista, Buenavista, Buenavista! decidí que el circo sería mi espectáculo favorito. La neta no me late la onda de los animales en cautiverio, de hecho el par de espectáculos en que participaron 8 tigres y como 6 elefantes me pareció súper disgusting (dirían enchilandos). Dado que "apañé" en la primera fila (querían mandarnos hasta la esquina, allá donde nada se ve, casi casi como si hubiéramos estado en los harto conocidos gallineros) pude escuchar los latigazos, que de verás les duelen y mi compañero -el de los rizos recién cortados pero aún adorables- dijo que pudo ver su cara de "Huevos para todos, estoy hasta la madre de estar aquí encerrado" (palabras más, palabras menos, las groserías son de mi cosecha).
Luego vinieron los payasos y chillé de risa, los muchachos que brincaban, un chiquito adorable (sí, reitero, los chamaquitos son adorables 15 minutos y cuando son de los demás), un payaso en monociclo, suertes sobre los caballos y las chicas del aro aéreo.
En realidad me divertí mucho. La compañía fue muy buena, mejor que buena, pero ahí hay algo que aún no aplica: él demasiado en su rollo, yo demasiado dependiendo de su rollo. Tos no me aviento y nomás me quedo como Zhenli YeGon se quedó frente al gobierno mexicano mientras éste repartía su varo: milando, milando. Y cero acción.
Esta madurez que me ataca no está resultando positiva. La diversión universitaria era mejor. Aunque por ahí dicen que uno a wi-wi debe cambiar. Estoy de acuerdo, siempre y cuando los cambios no afecten a la vida sexo-sentimental de una.
En fin, al final de la jornada regresé a mi casa con aliento de algodón de azúcar, buena vibra circense en el espíritu, uno que otro roce con el objeto de mi afecto (sí, qué de hueva, pero con eso me debí conformar) y la conciencia de que una se puede comportar civilizadamente de vez en cuando pa no asustar a los prospectos que por ahí se aparecen.
Hasta aquí mi relato. Esperen el siguiente capítulo, parece que lo volveréa topar más pronto de lo que imaginamos. Todo sea por la amistad. :(
Salud y buena noche.
P.D. ¡Ah, cómo se mueve este edificio! ¡Carajo, casi me hago pipí del pinche pánico! Con el miedo que le tengo a los temblores... ¡óra sí... a momir!
Ah! Olvidé decir que en el espectáculo -casualmente- apareció una cursi-poppera rola con la que relacionaba expresamente al muchachochicho este. Patéenme si quieren, pero ya saben que la cosa melcochezca es lo mío. (Camila, pues, "Todo cambio". He dicho.

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