3 de junio de 2009

Madrugada I

Me gustaba más antes. Pero no tan antes, no cuando niña ni mucho menos durante la adolescencia: cuando engordé como 10 kilos, me decoloraba los vellos de la cara y lloraba escondida en la esquina de mi cama. Me gustaba hace como tres años, cuando presumía de brincar en las alturas, de no temerle a las alturas, cuando salía a caminar y no me cansaba de hacerlo y entraba y salía y soñaba y creía que amaba. Cuando no sabía que no era inmune al rencor.

Ahora tardan tan sólo 10 minutos en dictar tu sentencia de muerte. No hay jueces ni inyecciones letales, más bien te reciben entre el chismorreo del que vive en amasiato, de la que quiere que le aumenten el sueldo, de la que ya casi se termina su turno y no puede hacer más, del que se acaba las gasas y no va por más. Llegas y de preferencia das un nombre falso, así podrás decirte a ti misma que la mortaja no es tuya, que la sangre no es tuya, que no eres tú la que se va a morir.

Hace un mes me caí en las escaleras. Iba tarde y antes que darme una manita de gato decidí hacer pipí y dizque peinarme, ya me maquillaría en el metro. Al final no lo hice. No me puse mis tacones doradísimos recién comprados ni era noche negra como para que los escalones en la oscuridad. Me maquillé al bajar y zas. El escándalo fue tal que mi madre -con todo y sus brinquitos- salió hecha ella misma a preguntarme si estaba bien. Una caída por maquillarse no mata a nadie.

1 comentario:

maika dijo...

Juajuajuajua eso te pasa por vanidosa, peor bueno antes muerta que sencilla... y la aplicaste