27 de octubre de 2008

1, 2 y 3 para paliar el ánimo exhausto

1
A veces me pongo a reclamarte que no llegues. Me pongo frente a la pantalla, mis dedos en el teclado. Leo, escucho, siento, saboreo. Me pongo a recordarte de lejos, con nostalgia, pero no pasa nada. Tan sólo me estiro y mis vértebras truenan y me canso de descansar los dedos sobre las mismas teclas que nada teclean. Y no pasa nada.
Te imagino pasar, altanera, dejando polvo y mi cabeza en blanco, 24 párrafos de improvisación y una cereza adornando los pedazos.
Te veo pasar junto a mi sin voltear, lloro la nostalgia como vinyl rallado, revuelvo la poesía de letras temblorosas, grito la pantalla.
Tú me pides que te deje en paz.
Cierras mis ojos con un puñetazo, pones masking tape a mi boca y llenas mis oídos
mi tiempo
mis sueños
todos mis intentos
con 24 párrafos de improvisación,
24 párrafos diarios de asquerosa improvisación.
A veces no puedo reclamarte que no llegues. Me pongo frente a la pantalla y escribo los mismos 24 párrafos de cerezas masticadas por la imaginación.

2
Una vez le preguntaron si extrañaría su "vida pasada", dijo que no y miró hacia otro lado. Entonces se puso a tararear mentalmente esa canción de: It's gonna start raining men, It's raining men, Hallelujah. Y bailó -también mentalmente- como hacía antes.
Pero la verdad es que nunca cambiaría esas noches dentro suyo, las tardes de letras, diosas, historia y tabaco, las mañanas de café, ducha y de tu espalda yo me encargo. Y entonces Barry White -ahora sí, en serio- en su cabeza: The first, the last, my everything, And the answer to all my dreams, You're my sun, my moon, my guiding star.
Se acaba la lluvia de hombres y la estrella empieza a brillar.

3
Un día le preguntó al hombre más infiel que conocía si le había sido infiel a su mujer de 3 años. Él respondió que no. Que daba su palabra de que no. Ella dudó. Le dijo que no le creía. Él dijo que su palabra era lo único, lo más valioso. Y que cuando tenía necesidades agradecía que no fuera manco, porque a veces la derecha se cansaba y la izquierda se animaba.
Un día le preguntó a la mujer más infiel que conocía si le había sido infiel a su hombre de 3 años. Ella respondió que sí, pero dio su palabra de que amaba a un sólo hombre. Y el otro -o los otros- habían sido una distracción, un gasto inútil de tiempo. Le dijo que le creía. Ella contestó que una mujer sabe diferenciar entre el hombre al que ama, un beso, una caricia y un trozo de carne sin sabor.
La otra llegó a una profunda conclusión: la mentira es una cosa fina y está lista para ofrecérsele el mejor postor.

1 comentario:

maika dijo...

wow!!! mirala.. sí sabe escribir... se ve que estos tiempos te mantienen inspirada..